Hoy quiero sentarme contigo –sin prisas ni juicios– para hablar de algo tan valioso como tu propio hijo: tu salud mental. La maternidad puede sentirse como una montaña rusa de amor, expectativas y cansancio. Mi invitación es acompañarte a que escuches tus emociones y descubras formas compasivas de cuidarte mientras crías.

La presión de ser “la mamá perfecta”

Quizá notas ese murmullo interno que te recuerda listas interminables de “deberías”. La cultura, las redes y hasta los consejos bien intencionados pueden imponerte estándares inalcanzables. Detente un segundo y respira conmigo: tu valor como madre no se mide en perfección, sino en presencia. Reconocer esta presión es el primer paso para liberarte de ella.

Nombrar lo que sientes

En consulta solemos decir que “lo que se nombra se transforma”. Alegría, culpa, irritabilidad, tristeza posparto… todas las emociones traen un mensaje. Cuando te permites sentirlas sin vergüenza, abres espacio para comprender lo que necesitan de ti: quizá descanso, apoyo o simplemente un abrazo interno.

Estrategias de autocuidado realista

  • Micro‑pausas de regulación: tres respiraciones profundas cada vez que tu bebé duerme o alguien más lo sostiene.
  • Círculo de sostén: identifica a dos o tres personas con quienes puedas hablar sin máscaras.
  • Rutinas nutritivas: una ducha consciente, un té caliente, 15 minutos de lectura placentera. Pequeños rituales cotidianos que te recuerdan que existes más allá del rol materno.

Pedir ayuda no es fallo, es fortaleza

Cuando la ansiedad o el agotamiento superan tus propios recursos, buscar ayuda profesional puede ser el acto más amoroso hacia ti y tu familia. Juntos podemos diseñar un plan que incluya terapia, grupos de apoyo o intervención médica si fuera necesario. Sostenerte permite que sostengas mejor a tu bebé.

Cuidarte también es amar


Imagina que cerramos los ojos un instante y te pregunto:

“¿Qué expectativas tienes sobre la maternidad y de dónde crees que vienen?”

Tal vez descubras que algunas no son tuyas, sino heredadas. Al abrirlos, te invito a observar tu día a día y preguntarte con honestidad:

“¿Cómo me cuido en medio del caos diario?”

Si la respuesta es “apenas puedo”, recuerda que el autocuidado no es lujo, sino cimiento. Finalmente, sostengo tu mirada y te ofrezco este desafío compasivo:

“Cuando sienta que no puedo más, ¿qué me impide pedir ayuda?”

Responderte con valentía es el primer paso para construir una maternidad con sentido. Porque amarte –con luces y sombras– es la forma más profunda de amar también a tu hij@. Estoy aquí para acompañarte en ese camino.


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